

PALABRA
(Mateo 6: 16-18) 16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
PENSAMIENTO
Como acabamos de aprender de los versículos destacados, el ayuno debe hacerse para Dios y en secreto. Si anunciamos que estamos ayunando, dejamos nuestra recompensa que vendría de Dios, para ser recompensados por el engrandecimiento humano.
Por lo tanto, siempre que vayas a ayunar, hazlo en secreto, para Dios.
¿Pero entiendes la necesidad del ayuno?
Según el título de este artículo, el ayuno es un ejercicio espiritual.
Cuando dejamos de alimentarnos, centramos nuestros pensamientos en la comida, y no pensamos en las otras cosas de este mundo, porque nuestra carne se vuelve débil, lo que nos ayuda a centrar los pensamientos en las cosas espirituales.
Al alimentarnos, fortalecemos nuestra carne, y con eso nuestros pensamientos se abren a muchas cosas de este mundo.
El ayuno hace que nuestra carne esté subordinada al Espíritu, es decir, se vuelva inferior a Él y esto ayuda en la lucha que ocurre diariamente entre los dos.
(Gálatas 5: 17) 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Ahora que entendemos mejor por qué necesitamos ayunar, está claro que el ayuno debe realizarse en medio de la oración y la dedicación a Dios, y no en medio de tareas que nos quiten toda nuestra concentración.
Jesús, cuando ayunó, se fue al desierto, se alejó de todo lo que podía quitarle la atención y venció toda tentación.
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